- Origen y antecedentes
El 8 de marzo de 1822, el Congreso estadounidense aprueba el proyecto del Presidente Monroe para reconocer la independencia de las ex colonias españolas de América.
Es una decisión general que no especifica los países, que por otra parte todavía se encontraban definiendo límites y organización institucional. En el caso de la actual República Argentina ¿se reconocía al Estado de Buenos Aires recientemente reorganizado o a las ex Provincias Unidas del Río de la Plata que algunos querían reconstituir?
No es un hecho intempestivo, sino consecuencia de un proceso. En el caso argentino, ya la Primera Junta de gobierno, a pocas semanas de su instalación el 25 de mayo de 1810, envía una misión diplomática a Gran Bretaña y Estados Unidos, para buscar apoyo para el proceso emancipatorio emprendido desde Buenos Aires. La integran Matías de Irigoyen y Diego Saavedra, hermano del Presidente de la Junta. Es una gestión con pocos resultados concretos, pero que marca una dirección.
No es mucho lo que se obtiene del gobierno del entonces Presidente Madison. Pero se compran armas, en ese momento requeridas para el esfuerzo militar.
Un año después de la declaración de la independencia argentina en Tucumán, llega un enviado de las Provincias Unidas del Río de la Plata a la capital estadounidense. Se trata de Manuel Hermenegildo de Aguirre. Lleva el acta de la independencia declarada en Tucumán el 9 de julio del año anterior y cartas de los Directores Supremos de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón, y de Chile, Bernardo O’Higgins, y también del General José de San Martín, dirigidas al Presidente James Monroe.
En ese momento, el Rey español, Fernando VII, con el apoyo de las potencias de la “Santa Alianza”, desarrolla una ofensiva militar en el territorio americano para recuperar los territorios sublevados que se estaban declarando independientes.
Hacia 1820, la situación política en las Provincias Unidas del Río de la Plata no era nada fácil. San Martín había desembarcado en Perú y se transformaría en la primera autoridad política nacional del país. Mantiene el apoyo y la cooperación de Chile, pero había perdido el de su propio país. Las Provincias del Alto Perú se encontraban en disputa con las fuerzas realistas, que San Martín las amenazaba militarmente desde el norte. En las actuales provincias argentinas, dos territorios (Tucumán y Entre Ríos) se habían declarado repúblicas independientes, creando un transitorio esbozo de organizaciones nacionales. La Banda Oriental (actual Uruguay) estaba ocupada por fuerzas portuguesas que incursionaban esporádicamente en el litoral argentino. Buenos Aires, que había vivido en 1820 una situación de fuerte anarquía, ya se había reorganizado, con el gobernador Martín Rodríguez y un gabinete que tendrá a Bernardino Rivadavia como Ministro de Gobierno y a Manuel José García a cargo de las relaciones exteriores.
Por eso, en ese contexto, el reconocimiento de la independencia hispanoamericana por parte del gobierno estadounidense, tiene que ser necesariamente genérico y sin demasiadas especificaciones. Hasta ese momento, sólo Portugal había reconocido, el 16 de abril de 1821, la independencia del Río de la Plata.
Es en ese momento que el gobierno estadounidense designa un agente de comercio y navegación en la Ciudad de Buenos Aires: John Murray Forbes.
El reconocimiento estadounidense tiene como consecuencia, en el plano internacional, acelerar un proceso análogo por parte de Gran Bretaña, que se venía alejando de las potencias de la “Santa Alianza” que apoyaban los intentos del rey español Fernando VII por recuperar el control de su imperio americano, pero que mantenía una actitud prudente respecto a su independencia. Gran Bretaña reconoce la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata -Buenos Aires tenía delegada su representación internacional- más de un año después, en diciembre de 1823.
En el caso argentino, la emigración que por causa de las luchas políticas internas había llevado a figuras como Manuel Dorrego a vivir en Baltimore, había establecido contactos informales con Estados Unidos.
Pero en el “proceso”, hay hombres “claves” que lo aceleran, agilizan y concretan. Uno de ellos es el mencionado John Murray Forbes. Nacido en la Florida en 1771, tras años de estrechez de su familia, ingresa a la Universidad de Harvard, graduándose de abogado. Pero se dedica al comercio, trasladándose a Europa y estableciéndose en Burdeos, Francia. Condiscípulo de John Quincy Adams, hijo del entonces presidente de Estados Unidos, le pide por su intercesión ser designado cónsul en Francia. En 1801 se dirigió a James Monroe pidiéndole una carta de presentación para el presidente Jefferson, obteniendo el nombramiento como agente comercial en Hamburgo. En 1809, al asumir la Presidencia James Madison, lo nombra ministro en San Petersburgo, Rusia. Tras un breve regreso a los Estados Unidos, en 1816 se hace cargo del consulado de su país en Polonia.
Como dijimos, en 1820 es designado agente para la navegación y el comercio en Buenos Aires. En las extensas e informadas instrucciones que recibe, se le dice que “le será igualmente interesante la información política. Cuanto más detallada y auténtica que ella sea, tanto mejor… Observe e informe con toda prudencia, discernimiento, penetración y lealtad a su país de que es usted capaz, el movimiento de todos los partidos, sin hacerse solidario con ninguno”.
Los 114 minuciosos informes que eleva dando cuenta de lo que sucede en Buenos Aires, Chile e incluso Río de Janeiro, fueron recopilados por el embajador argentino en Washington, Felipe A. Espil -llegó a Estados Unidos como segundo secretario de la embajada argentina en 1918, siendo designado sucesivamente embajador en 1931 y permaneciendo en el cargo hasta 1945-, y publicados con el título de “Once años en Buenos Aires (1820-1831)”. Este volumen da cuenta de la intensa pero discreta actividad de este diplomático estadounidense, que vivió una década conflictiva y azarosa de la historia argentina, y que tenía acceso a los dirigentes de las distintas facciones que luchaban por el poder. Murió en Buenos Aires en 1831, sin haber regresado nunca a su país.
El otro es Caesar Augustus Rodney. Nació en Dover, Delaware, en 1772 y se graduó de abogado en la Universidad de Pensilvania. Su padre, el coronel Thomas Rodney, combatió en la Guerra de Independencia estadounidense, y su tío fue uno de los firmantes de la proclamación. Electo diputado en 1802, en 1807 fue designado Fiscal General, formando parte del gabinete de Jefferson, cargo en el que continuó durante la presidencia de Madison. Participa en la guerra de 1812 como oficial de artillería.
El Presidente Monroe lo envía a América del Sur en 1817, con el objeto de investigar e informar sobre la conveniencia de reconocer la independencia de las repúblicas americanas. Acompañado por Henry M. Brackenridge -que luego escribió la obra “Viaje a Sudamérica”-, llegaron a Montevideo el 20 de febrero de 1818. Ya en Buenos Aires, son recibidos por el Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón. Estuvieron en la capital del Virreinato durante dos meses.
Presenta su informe ante el Departamento de Estado el 5 de noviembre de 1818. Fue elevado al Congreso, y al hacerse público, generó interés en Estados Unidos. Pero el gobierno estadounidense tenía otras prioridades, entre ellas la negociación que se desarrollaba con España para la transferencia de la Florida, negociación que Washington no quería perturbar al reconocer a las naciones que se constituían en Hispanoamérica.
Tiempo después, a comienzos de 1823, mientras ocupa una banca en el Senado, el Presidente Monroe lo nombra “Ministro plenipotenciario” de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Era una medida consecuencia del reconocimiento de la independencia por la ley del 8 de marzo de 1822, ya resuelto el problema de la Florida. Pese a encontrarse enfermo, viaja con su familia a su destino. El 27 de diciembre de 1823 es acreditado ante el gobierno del General Martín Rodríguez, juntamente con el secretario de la legación, que había pasado a ser Forbes, que venía actuando como representante comercial. Rodney falleció en Buenos Aires, tras una breve gestión, el 10 de junio de 1824. Bernardino Rivadavia habló ante sus restos con sentimiento y elocuencia.
Un modesto monumento en su homenaje fue erigido por el gobierno de la provincia de Buenos Aires en 1831 y hoy se encuentra en la iglesia anglicana del centro de Buenos Aires.
Forbes seguirá en funciones hasta que fallece en Buenos Aires, en 1831. Pasó 11 años en el país sin regresar a su patria y fue un testigo privilegiado de lo que sucedió en ese periodo. Se afincó en el barrio de El Socorro, adquiriendo una quinta que ocupaba una manzana sobre la actual esquina de la calle Juncal y la Avenida 9 de Julio.
- Una visión retrospectiva
A dos siglos del inicio de las relaciones diplomáticas entre Argentina y Estados Unidos, una breve mirada retrospectiva muestra que esta relación no se ha interrumpido nunca desde entonces. Es cierto que, por lo general, la historiografía argentina ha destacado más los momentos de desencuentro -nunca llegaron a una ruptura de las relaciones diplomáticas ni a un retiro de embajadores-, que en los momentos de coincidencia. Por eso, en 2016, el Comité de Estados Unidos del CARI realizó un seminario sobre los momentos de convergencia en la relación bilateral entre ambos países, que fueron protagonizados en el momento de la independencia, en años posteriores por figuras como Domingo Sarmiento, Julio Argentino Roca, Carlos Pellegrini, Juan B. Justo, Agustín P. Justo y Arturo Frondizi, entre otros. Diplomáticos estadounidenses gestaron el acuerdo argentino-chileno de límites de 1881. Una década después, en 1891, el Presidente Cleveland fue el árbitro que resolvió las diferencias de Argentina y Brasil por la soberanía en el territorio de las Misiones. En 1900, el representante diplomático de Washington fue el árbitro en el conflicto de límites entre los dos países en la Puna de Atacama. Aun figuras como Juan Domingo Perón, caracterizadas generalmente como antinorteamericanas, mostraron claros momentos de convergencia con Washington.
La relación entre Washington y Buenos Aires en los dos siglos transcurridos, es el marco en el cual se desarrollan los cuarenta años de democracia plena de Argentina.
Esta relación diplomática ha sido excepcional en cuanto a que en este largo periodo, si bien hubo tensiones, nunca se interrumpieron las relaciones. Las tensiones nunca derivaron en situaciones como el retiro de embajadores, expulsión de diplomáticos o cierre de representaciones diplomáticas. Por el contrario, en todos los casos se encontraron canales para resolverlas mediante el diálogo.
En la Argentina ha predominado la tesis de que ha sido una relación conflictiva y con más puntos de enfrentamiento que de acuerdo, en la interpretación histórica. Esta visión se centra en tres momentos.
El primero es la posición que expresaron los representantes argentinos en la primera Conferencia Interamericana realizada en Washington en 1889, tendiente a impedir cualquier tipo de organización institucional regional. Quienes ejercieron esta representación fueron los después presidentes Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña.
El segundo momento es la neutralidad argentina en la Segunda Guerra Mundial y las tensiones que generó la relación con Perón, percibido en ese momento como alguien que había sostenido dicha neutralidad. La consigna “Braden o Perón”, instalada en la campaña electoral de 1946, puso de manifiesto la tensión. Pero al año siguiente, el mismo Perón acuerda con Estados Unidos la mayor transferencia de material militar extranjero a nuestro país en cuanto a cantidad.
En el último gobierno de facto, la no participación argentina en el boicot cerealero a Rusia como sanción a su invasión a Afganistán, y la situación creada por la guerra de las Malvinas con el Reino Unido, segundo país de la OTAN por su capacidad militar, plantearon diferencias, pero fueron resueltas y contenidas por la diplomacia.
De aquí surgió una tesis generalizada, en mi opinión errónea, de la supuesta constante del conflicto recurrente en la relación bilateral, que se había dado tanto en la Generación del 80, como con el peronismo e incluso en los gobiernos de facto.
La realidad es que a lo largo de la historia, la relación mostró más coincidencias que divergencias.
Ya el acta de declaración de la independencia proclamada en Tucumán en 1816 encuentra una clara inspiración en la de Estados Unidos, incluso con párrafos textuales de ella. La influencia de Washington estuvo más presente de lo que suele reconocerse. El federalismo argentino surge bajo el liderazgo del caudillo uruguayo José Gervasio Artigas, quien se inspiró en textos de los padres fundadores estadounidenses para articular su doctrina. Manuel Dorrego, prócer de la independencia argentina y figura central del federalismo, estuvo exiliado en los Estados Unidos y articuló su pensamiento político en este modelo.
En los años de las guerras civiles, mientras Argentina enfrentó conflictos armados con el Reino Unido y Francia, la diplomacia estadounidense mantuvo firme el apoyo a la soberanía del país.
La primera constitución vigente en nuestro país fue la sancionada en 1853, inspirada por Juan Bautista Alberdi, quien había visitado Estados Unidos años antes. El texto -cuya estructura básica mantuvo la última reforma de 1994- tiene clara inspiración en la constitución estadounidense y secundariamente en la del breve estado nacional de California.
El sistema educativo argentino, que fue modelo en América Latina, e impulsado por Domingo Faustino Sarmiento, tiene clara inspiración en los Estados Unidos. Los años que pasó como representante diplomático del país en Washington, le permitieron advertir que su prioridad por la educación encontraba en el modelo estadounidense su manifestación más concreta. Es así como en su periodo presidencial desarrolló acciones concretas, como la contratación de maestras estadounidenses para las escuelas argentinas.
En las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del XX, el General Julio A. Roca, que fue presidente dos periodos completos, marcó una clara prioridad en la relación bilateral con Washington. En lo diplomático, en sus dos mandatos impulsó el arbitraje y la mediación de los representantes estadounidenses que resolvieron positivamente los litigios limítrofes con Chile, que habían puesto al país al borde de la guerra. Promovió así un triunfo diplomático estadounidense en una región que en esos años tenía una fuerte influencia británica.
Entrado el siglo XX, figuras destacadas de la élite política argentina, como el conservador Carlos Pellegrini y el socialista Juan B. Justo, elogiaron y propusieron el modelo estadounidense para el desarrollo del país. Al comenzar la segunda década visitó Argentina el entonces ex presidente Theodor “Teddy” Roosevelt. Fue un evento político singular, que demostró la buena predisposición hacia Estados Unidos que existía en la sociedad argentina.
En los años treinta, en alguna medida la influencia regional de los Estados Unidos generaba ciertas resistencias en la dirigencia argentina. Pero la visita del presidente Franklin Roosevelt cuando gobernaba en Argentina el General Agustín P. Justo, electo en 1931, marcó un punto de convergencia singular. A su vez, dicho presidente argentino comenzó el uso de canales diplomáticos informales, a través del empresario de medios William Randolph Hearst.
Luego, en los cuarenta, viene el momento de las diferencias por la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial. Pero el mismo Perón la supera. En el gobierno constitucional de Frondizi a finales de los años cincuenta, visita Argentina el presidente Eisenhower, en un momento en que el gobierno argentino daba prioridad a la relación con Washington.
Ya en el último gobierno de facto, la presencia del entonces Secretario de Estado de Estados Unidos, Alexander Haigh, en plena guerra de Malvinas, buscando alguna alternativa para evitar el conflicto, fue un gesto concreto que mostró la disposición de Washington para evitar una derrota, que la consideraba previsible.
Una relación con claroscuros, como suele suceder en el campo internacional, pero que nunca llegó a interrumpir los canales diplomáticos, y ello fue consecuencia de las políticas y los hombres que supieron hacerlo.
III. Las dos primeras décadas de la democracia plena (1983-2003)
En 2023, la relación diplomática entre Argentina y Estados Unidos cumple dos siglos. El mismo año, la democracia plena en la Argentina celebra sus cuatro décadas.
A fines de 1983 asume Raúl Alfonsín la presidencia de la Argentina, iniciando el periodo más prolongado de estabilidad institucional con democracia plena que tuvo lugar en los últimos doscientos años.
La democracia permite avanzar, a su vez, en la relación bilateral. Son años en los cuales la Administración Reagan había impulsado la democratización de los regímenes de facto en América Latina, en el marco global de su estrategia tendiente a producir el debilitamiento y posterior caída del régimen comunista, liderado por Rusia.
Son años en los cuales Washington y Buenos Aires coinciden en impulsar esta democratización, que tiene lugar en los años inmediatos en otros países como Brasil, Uruguay, Bolivia, etc.
Hay diferencias que si bien son tensiones, no llegan a transformarse en conflictos y siempre se contienen. El gobierno argentino de entonces marcó diferencias con la política de la Casa Blanca, tendiente a apoyar a las expresiones políticas que enfrentaban a la izquierda en América Central. Pero el diálogo siempre fue pleno y abierto, y el presidente argentino expresó sus reparos a dicha política en los mismos jardines de la Casa Blanca.
Tras el gobierno de Alfonsín, asume Carlos Menem, quien gobernará una década. Este produce un cambio en la política argentina respecto a Washington. Se pasa de buscar la amistad a procurar la alianza.
Menem genera un cambio importante a lo que había sido su trayectoria política, por lo general crítica de Estados Unidos. Advirtiendo la transformación que se producía en el escenario internacional por la caída del Muro y la disolución de la Unión Soviética, da un giro drástico. La respuesta de Washington es positiva e inmediata. A fines de 1990 -Menem había asumido en julio de 1989- tiene lugar la tercera visita de un presidente estadounidense en ejercicio a la Argentina: viene al país George Bush padre. El gesto es relevante, porque llega cuando tiene lugar en Argentina el último de los cuatro motines militares, que buscaban mantener la autonomía castrense histórica. Frente a consejos diplomáticos al presidente estadounidense para que desistiera de la visita, decidió hacerla para respaldar al gobierno argentino. Las respuestas siguen siendo rápidas y relevantes. Cuando tiene lugar la primera guerra del Golfo, un sólo país latinoamericano participa de la coalición militar contra Saddam Hussein: Argentina, que lo hace con dos buques de su Armada.
La participación argentina en operaciones internacionales de paz genera una relación que lleva a Washington a otorgar a la Argentina la condición de “aliado extra OTAN”.
En la segunda mitad de la década del noventa tiene lugar la cuarta visita de un presidente estadounidense a la Argentina. Se trata de Bill Clinton. Su relación con el presidente argentino adquiere la misma dimensión política que la relación personal que había tenido con su predecesor. Menem consigue en su gobierno el objetivo de llevar la relación de la amistad a la alianza.
La Argentina enfrenta después la crisis de 2001, la más grave sufrida por el país en términos económicos y sociales. En los dos años que ejerce el poder el presidente Fernando De la Rúa, Estados Unidos promueve auxilios financieros que logran postergar el estallido de una crisis subyacente, que finalmente se produce, cuando ya gobierna en Estados Unidos George Bush hijo.
La crisis argentina coincide con un momento dramático y singular en la historia estadounidense: el atentado del 11-S. Hay quienes piensan que Estados Unidos podría haber hecho más para evitar la crisis argentina, pero no tienen en cuenta el momento internacional que vivía entonces el país más importante del mundo sin discusión, y la Argentina había eludido participar de los esfuerzos militares para enfrentar la terrorismo islámico.
El breve gobierno de Eduardo Duhalde encuentra en Washington gestos y actitudes que acompañan el complejo pero rápido restablecimiento de la estabilidad económica y la vigencia del sistema político-institucional, en una situación muy crítica.
En el 2000, el Comité de Estados Unidos del CARI presentó el trabajo “Las relaciones bilaterales entre Argentina y Estados Unidos” a través de los instrumentos bilaterales firmados desde el inicio de la relación. Hasta entonces se habían firmado 207 acuerdos de distinto tipo, los que se fueron incrementando a lo largo del tiempo, en cuanto a cantidad y densidad.
- Las últimas dos décadas (2003-2023)
Las últimas dos décadas, en las cuales el kirchnerismo ha ejercido el gobierno nacional durante dieciséis años, muestran una relación con luces y sombras, pero donde siempre se mantuvo una actitud para evitar que las diferencias escalaran.
Néstor Kirchner llega al poder en 2003. Lo hace antes de cumplirse un año y medio de la crisis y el estallido de 2001. La sociedad argentina, que había acompañado el giro hacia Estados Unidos representado por Menem, ahora se muestra más escéptica respecto a Washington.
A su vez, la situación regional cambia. A fines de los noventa llega al poder Hugo Chávez en Venezuela y al comenzar el siglo XXI, Lula gana las elecciones en Brasil. Ambos hechos inician un giro que Kirchner acompaña. En su asunción está presente también Fidel Castro, y la actitud del presidente argentino hacia él cambia la que habían mantenido los mandatarios argentinos en los veinte años precedentes.
En los años siguientes, gobiernos que fueron caracterizados como populistas entonces, pero que tenían características específicas, están en el poder en Chile, Uruguay, Bolivia, Perú y Ecuador en el ámbito sudaméricano. La construcción de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), integrada por los doce países de la región, es una manifestación de esta tendencia.
El presidente de los Estados Unidos visita la Argentina para participar en la Cumbre de presidentes del continente, que tiene lugar en la ciudad de Mar del Plata. El presidente argentino, públicamente critica las posiciones de los Estados Unidos en la región. Es un momento de tensión, pero que la diplomacia contiene y evita que se transforme en escalada.
Un segundo momento de tensión se da en el primer gobierno de Cristina Kirchner, cuando un avión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, que había aterrizado con equipos para instruir a la Policía Federal, es retenido por las autoridades argentinas en el aeropuerto. Es el segundo momento de tensión relevante, pero que nuevamente la diplomacia logra impedir que se transforme en un conflicto.
Estos actos gestuales del gobierno argentino, en momentos en que predomina en la región el llamado populismo crítico de Estados Unidos, no impiden que las relaciones económicas, comerciales y financieras se desarrollen con limitación alguna. Incluso el diálogo entre la Casa Blanca y la Casa Rosada se desarrolla personal y telefónicamente.
Pero además, continúa una relación bilateral de rutina que no se altera por estas tensiones. Se firman en esos años acuerdos importantes entre los dos países en áreas como la ciencia y la tecnología, lo que incluyó la renovación y ampliación de la cooperación con la NASA. Temas sensibles vinculados a lo nuclear y satelital se continúan desarrollando, pese a los momentos de tensión.
Asimismo, en lo educativo y cultural, las relaciones de intercambio continúan plenamente.
El estudio realizado por el Comité de Estados Unidos del CARI sobre los acuerdos bilaterales firmados en la primera década del siglo XXI. Aunque tuvo lugar una relación con ciertas tensiones, ello no impidió que se firmaran 42 de estos instrumentos, incluso dos en materia de cooperación nuclear y cuatro en el campo aeroespacial. También firmaron diecisiete en el área de defensa y seguridad. Los restantes fueron de temática económica, comercial, financiera, educativa y cultural.
Entre 2015 y 2019, las dos décadas dominadas por el kirchnerismo tienen un interregno con el gobierno de Macri, que se define como antipopulista. En forma manifiesta, el entonces presidente argentino busca, como lo hiciera Menem, la alianza, no sólo la amistad, con Estados Unidos.
Como un cuarto de siglo antes, la respuesta estadounidense es inmediata. A los tres meses de estar en el gobierno Macri, visita el país no en una gira regional, sino en un viaje específicamente a la Argentina, el presidente Barack Obama, iniciándose una relación de más proximidad y cooperación.
Al promediar este mandato, la Argentina comienza a enfrentar nuevamente una de sus crisis financieras que lamentablemente ya son crónicas. Pero Macri obtiene esta vez un apoyo político excepcional de la Administración Trump, que lo hace a través de un crédito del Fondo Monetario Internacional sin precedentes por su monto, no sólo en el marco de la relación bilateral, sino en el contexto de los créditos totales del organismo financiero internacional.
Este auxilio permite a Macri terminar su mandato en el plazo constitucional previsto, como no lo habían logrado sus dos predecesores no peronistas, Alfonsín y De la Rúa. Pero ello no impide su derrota electoral a fines de 2019.
Ese año el kirchnerismo retorna al poder. Lo hace con una versión atenuada que expresa la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Es un periodo en el cual se revitaliza la llamada tendencia populista regional, pero más debilitada que en la primera década del siglo, por tener que convivir con una economía global y regional más difícil. La Argentina da inicio a una serie de triunfos electorales en América Latina que implican un retorno al populismo.
Pero el gobierno kirchnerista, en esta oportunidad, mantiene una política exterior que busca el equilibrio, evitando las tensiones con Washington. El gobierno argentino intenta mantener una cierta equidistancia entre Estados Unidos y China. Pero la recurrencia de la Argentina a sus crisis financieras dominan los cuatro años de gobierno. La relación con el FMI, potenciada por el crédito que evitó el estallido de una nueva crisis en el final del gobierno de Macri, lleva al gobierno argentino a recurrir sistemáticamente a Washington por apoyo político, dada su condición de primer accionista del organismo financiero internacional. El presidente argentino va logrando en distintas etapas el apoyo necesario de Estados Unidos para evitar entrar nuevamente en default, como sucediera veinte años antes.
Más allá de las diferencias, la Administración Biden apoya al gobierno argentino ante el organismo internacional.
- Conclusiones
Los dos siglos de relación diplomática ininterrumpida entre Argentina y Estados Unidos, en los cuales predominaron más las convergencias que las divergencias, son el precedente de esta relación en los cuarenta años de democracia plena.
En 2023 se cumplen al mismo tiempo los dos siglos de las relaciones diplomáticas entre los dos países y las cuatro décadas de democracia plena en Argentina.
Al igual que en los ciento sesenta años precedentes, los últimos cuarenta ratifican el antecedente de que en esta relación pueden existir tensiones, pero siempre se logra que no se transformen en conflictos, y mucho menos en rupturas.
En este sentido, mirando hacia adelante, se trata de aprovechar el precedente para profundizar y desarrollar esta relación, que hoy tiene como base una coincidencia en los valores de la democracia.